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  • Hispania Guest Column:Celebración de la vida de Gabriel García Márquez
  • Consuelo Hernández

Tal como dice el título del libro que recopila los discursos de Gabriel García Márquez, “No vengo a decir un discurso”, ofrezco aquí una celebración de la vida de este genio: colombiano, latinoamericano y ciudadano del mundo. De ese joven que, cuando se graduó de la escuela secundaria, quería ser periodista, novelista y trabajar por una sociedad más justa; tres metas inseparables que se conjugaron siempre en su destino. El periodismo penetra en toda su obra. Y, simultáneamente, lo salva de una visión distorsionada de la realidad. Como él mismo dijera: “No hay en [sus] novelas una línea que no esté basada en la realidad” (García Márquez y Apuleyo Mendoza 37). Y con el mismo énfasis afirmó que en cada línea invoca el espíritu de la poesía y deja testimonio de sus poderes de adivinación y sus permanentes poderes contra la muerte porque la poesía siempre es visionaria, premonitoria y es capaz de trascender el tiempo.

Celebramos la vida de Gabo, quien supo dar una versión de la historia colombiana y latinoamericana como ningún historiador lo ha podido hacer. Sí, anclados en el periodismo están Los funerales de la mamá grande, El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y La hojarasca; sin embargo, presentan la realidad colombiana de una manera que nadie había podido imaginar. Luego vino Cien años de soledad, a la que me referiré más adelante. Celebramos la vida del hombre que le dio la más grande gloria a Colombia, pero, irónicamente, en 1981 tuvo que huir de su país hacia México donde vivió los últimos treinta y cuatro años y donde finalmente murió.

Celebramos la vida del periodista que en 1959 llegó a Nueva York como representante de la Prensa latina de donde se vio forzado a salir en 1961, debido al rechazo y la persecución que [End Page 351] sufrió por sus simpatías con la Revolución Cubana. Ese hombre que se trasladó con su familia en un bus de la Greyhound hasta México con solo trescientos dólares en el bolsillo. Y en su paso por el sur de los Estados Unidos todavía observó tan abominable racismo que lo hizo escribir posteriormente:

en los grandes almacenes de las ciudades del Sur conocimos por primera vez la ignominia de la discriminación: había dos máquinas públicas para beber agua, una para blancos y otra para negros con el letrero marcado en cada una. En Alabama pasamos una noche entera buscando un cuarto de hotel, y en todos nos dijeron que no había lugar, hasta que un portero nocturno descubrió por casualidad que no éramos mexicanos.

(citado en Sorela 198)

García Márquez también conoció la pobreza absoluta de El coronel. Una de sus pruebas es la primera entrevista de trabajo en México a la que tuvo que presentarse con los zapatos rotos y llegar al sitio concertado antes del entrevistador y, luego, esperar a que este se marchara para poder salir y así evitar que se diera cuenta que tenía los zapatos con la suela desprendida; esto sin olvidar las sobras que tuvo que comer de un cajón de basura en París. Él supo del ambiente represivo y de la poca comprensión con los procesos creadores que existían en su país, por esta razón tuvo que cambiar el título Este pueblo de mierda que era el título original de La mala hora, además La Real Academia Colombiana de la lengua mandó suprimir dos palabras del manuscrito que hoy son lingua franca: ‘preservativo’ y ‘masturbarse’.

Celebramos la vida de quien supo cuestionar y oponerse a la historia oficial mostrando la historia del pueblo, de los oprimidos tal como se lee en Cien años de soledad. En esta obra maestra pone en primer plano la memoria colectiva para contar la historia real de la masacre de los trabajadores de...

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