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  • De Troya a Portugal:La enigmática Brazaida de Juan de Flores
  • María Josefa Navarro Gala

Dos son las constantes que tradicionalmente se atribuyen a las obras sentimentales de Juan de Flores: el debate en torno a la querelle de femmes y la utilización metaliteraria de personajes ilustres (Ciccarello Di Blasi 5). Así, una de las peculiaridades más llamativas de la que viene siendo considerada primera obra de Flores (Ciccarello Di Blasi 33-34), Grisel y Mirabella, es la elección del poeta cuatrocentista Pere Torroella y, al parecer, de la mitológica troyana Brazaida, como los respectivos defensores de los enamorados protagonistas. [End Page 107]

Dado que la quaestio finita -esto es, la causa propiamente dicha- no puede resolverse porque cada amante asegura tener más culpa que el otro en la recuesta de amor, los consejeros del rey determinan litigar sobre la quaestio infinita en la que se encuadra el caso concreto de Grisel y Mirabella: “que se esaminase si los omes o las mujeres, o ellos o ellas, quáles desos eran más ocasión de tal yerro” (Ciccarello Di Blasi 242).1 Para ello, aconsejan al rey buscar la “dueña” y el “caballero” más versados y experimentados en amor:

por toto el mundo una dueña y un cavallero, lo[s] que más en amores pudiesen saber y más introdutos en el tal caso fuesen. Y que ella tomase la boz de las mujeres y él de los varones.

(242)

Y estos resultan ser Torrellas y Brazaida.

La identificación del litigante masculino con el poeta catalán Pere Torroella es irrebatible. La propia ficción proporciona datos suficientemente conocidos y constatables. Así el narrador lo sitúa geográficamente2 y lo vincula a la composición que se convirtió en el punto de referencia de toda su producción poética, el famoso Maldezir de mugeres:

y éste bien buscado lo fallaron en el Reino de Castilla, cuyo nombre era Torrellas, muy especial hombre en el conoscimiento de las mujeres, y este cavallero era muy cursado en el trato de los amores [y] muy gracioso, tanto que sus loores bien lo pregonavan.

(244)

También su adversaria dialéctica reconoce al autor de las célebres coplas en varias de sus intervenciones, empleando además esta identificación como argumento de auctoritas ad contrarium:

A grand ventura lo he, Torrellas, que sois venido a tiempo de satisfazer a las damas las de vos rezebidas injurias, […] Así que creo que venistes a fazer enmienda de las cosas que por vos contra las mujeres maliciosamente fueron compuestas.

(248) [End Page 108]

Aún no era vuestra fama, Torrellas, como agora paresce en las obras.

(259)

Y, en la carta de recuesta amorosa enviada a Brazaida, el mismo Torrellas de la ficción se autodefine por su conocido vituperio, del que supuestamente se arrepiente:

Quando alguno en lugares de estado guarnidos de todo buen saber presumen de amar como yo presumí, con mucho afán y servicios trabajan, y nunca alcanzan, y mueren y desesperan sin galardón esperar, pues, ¿cómo esperaré yo, que en el contrario me he trabajado? […], enemigas obras me hagan tanto ajeno, mas así convenía que fuese, que por mal conozca virtud, pues con el bien la negava. […] Contra aquellas que todos los vivientes dezían servir, por quien tantas gentilezas y invenciones se hazen, yo perverso malo invencionava malicias. ¡O maldita la hora en que lo pensé!

(323-24)

La identidad del defensor de los hombres no solamente es garantizada por el narrador y los personajes, sino que el lector puede también reconocerlo fidedignamente a través de las palabras que él mismo pronuncia a lo largo de su confrontación con Brazaida. De hecho, todos sus argumentos son amplificationes parafrásticas de los empleados en sus composiciones, como el Torrellas ficticio constata:

y aun sabéis que al uno mostráis amor desamando y al otro amando desdeñáis, y esto a mis trobados renglones lo refiero.

(274)

y por esto, como ya otras vezes dixe en alguna obra mía, sois lobas en escoger.

(284)

Es más, el...

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