Los hombres de la nación: Itinerarios de progreso económico y el desarrollo intelectual, Puerto Rico en el siglo XIX by María Teresa Cortés Zavala (review)

La Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, localizada en la ciudad de Morelia, en México, es un lugar singular. En ella trabajan varios estudiosos cuya labor resulta un tanto excéntrica en el medio mexicano, sobre todo en un contexto como el del estado de Michoacán, geográficamente alejado del Caribe. En efecto, no deja de ser sorprendente que justo en esta institución laboren académicos que han dedicado parte sustancial de su quehacer a investigar y escribir acerca de la historia caribeña. Un fenómeno como éste se puede achacar, quizás, a la alegada seducción que ciertas partes del globo pueden ejercer sobre los fuereños. Yo, como forastero en México, puedo dar fe de ello, si bien en sentido inverso, es decir, de la fascinación que ejerce México sobre mí. Me refiero, por supuesto, al hechizo o embeleso que puede ejercer un país como México o una región como el Caribe como objeto de investigación, análisis, reflexión y dedicación académica e intelectual. Si bien acepto que yo padezco de análogos embrujos, no me deja de sorprender que un investigador se obsesione con un tema, asunto o cuestión al grado de dedicarle esfuerzos continuados con el fin de observarlo, examinarlo, escrutarlo, analizarlo y tratar de comprenderlo. Tal comportamiento es, sospecho, una especie de síndrome, neurosis, perturbación, trastorno o hasta locura. No en balde uno de los arquetipos del humano embrujado por las letras es ese memorable loco nacido en un lugar de la Mancha de cuyo nombre su creador—aquel genial Manco de Lepanto—no quiso acordarse.

Mas yo sí quiero enunciar el nombre de la autora del libro que provoca estas líneas. Quiero—y debo—hacerlo como un acto de respeto y admiración por su dedicación de años a la historia de un pequeño país antillano, Puerto Rico, sobre el cual María Teresa Cortés Zavala ha escrito diversos trabajos. Amén de ello, ha instado a que varios de sus alumnos se dediquen al estudio de este país, minúsculo en tamaño y de limitada relevancia en el ámbito de la historia latinoamericana. Puerto Rico, ciertamente, no es México, Brasil, Argentina, Perú o Venezuela; incluso, en el contexto caribeño, su historia no alcanza las dimensiones épicas y dramáticas de la haitiana, ni cuenta con el dificultoso e inusitado acontecer de la República Dominicana, ni con el devenir atormentado y conflictivo de países como Jamaica, Martinica o Guyana, y mucho menos con un pasado que haya trascendido sus límites insulares, alcanzado proyecciones continentales—como el de Cuba. Puerto Rico, ha insistido un escritor local, es un “país invisible”—si bien esa invisibilidad es relativa dadas las famas transcontinentales de varios reguetoneros de moda, de artistas como Jennifer López y Ricky Martin, y, en el pasado, de Menudo, Daniel Santos o Rafael Hernández. En todo caso, aunque peque de lesa puertorriqueñidad debo afirmar que mi país tiene una historia que resulta, desde ciertas perspectivas, anodina, nimia, insípida, aburrida o trivial. Es ésta una razón adicional por la cual me parece tan meritoria la labor de investigación y difusión que ha desarrollado la doctora Cortés Zavala en torno a la historia de este chico, imperceptible y, en buena medida, insignificante país—y esto, que conste, no lo afirmo como lamentación o con sentido de inferioridad.

Pero no nos llamemos a engaño: estudiar la insignificancia posee su valor y su mérito. Al...