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  • Enrique Bostelmann: fotografía como testimonio visual
  • Nathanial Gardner

“¡Vete de que aquí pinche gringo!” “¡Yanki go home!” “Rubio como la mantequilla.” Yeyette Bostelmann me contó alguna vez que a su marido le dijeron de todo.1 Y no era para menos. Muy delgado, con más de dos metros de altura, y con una cabellera rubia, Enrique hubiera resaltado en cualquier parte – pero sobresalía todavía más entre la juventud mexicana de los años sesenta. Aún así era mexicano. Nacido en la ciudad de Guadalajara en 1939 mientras sus padres se refugiaban en esa ciudad tras ser incautados todos sus bienes de su apotheke (droguería) en la ciudad de México, Enrique era de una familia alemana. Bostelmann creció hablando alemán y español y fue educado en los colegios alemanes de México. Por lo mismo no tuvo problemas para trasladarse a Múnich para estudiar la carrera de fotografía en 1957. Gracias a una beca otorgada por el director del Instituto Nacional de Bellas Artes, el ingeniero Miguel Álvarez Acosta, director del colegio Alemán, el joven alumno vivió tres años en Alemania. Allí estudió en el Bayerische Staatslehraastalt de Photographie. Aprendió las técnicas y las destrezas para ser fotógrafo profesional y viajaba ‘de aventón’ por todos los países balcánicos para conocer mejor Europa. Al terminar sus estudios volvió a su país natal. Aunque nunca perdería sus vínculos con Alemania, para Bostelmann México era su patria. La textura y profundidad de su gente lo llamaba y fascinaba. Por eso mismo centra su lente fotográfico en su país y el resto de América Latina, logrando producir un texto testimonial en un período de mucha producción literaria. Una diferencia clave, sin embargo, entre su texto y otros producidos en la misma época es que su narrativa es a base de imágenes visuales.

Al año de concluir sus estudios, Bostelmann se hizo fotógrafo profesional y con el tiempo su carrera alcanzó niveles poco gozados por muchos que practican ese oficio. Bostelmann siempre vivió de la fotografía y para hacerlo produjo [End Page 111] retratos, fotografía publicitaria y material para trabajos que hoy llamaríamos de marketing; no obstante, Bostelmann se consideraba un artista. Eso es evidente no sólo al entrar a su casa, que tiene rasgos de un museo de artes plásticas,2 sino también en los proyectos que ha exhibido nacional e internacionalmente. Mientras sus trabajos comerciales siempre fueron nacionales, sus labores artísticas tuvieron una recepción internacional desde muy temprano.

Enrique Bostelmann hizo exposiciones internacionales en Roma, Nueva York y Washington D.C., Berlín, Praga, Budapest, Caracas y Quito, sólo por nombrar unas cuantas ciudades. Como fotógrafo, el artista experimentó con diversos temas y técnicas. Entre los proyectos de esa clase están “Fotomorfosis” y “Construcciones fotográficas” en las que él compone imágenes densas de material a base de combinaciones complejas de varias fotografías. Sin embargo, en los libros que ha publicado Bostelmann la temática suele girar en torno a la realidad física y social que se encuentra en América Latina. Esto, precisamente, es lo que vemos en el libro América: un viaje a través de la injusticia, publicado en 1970, con el que solidifica su fama como fotógrafo con vocación artística, debido a una indeleble conciencia social. Su texto es uno de referencia que señala cómo lo visual puede crear poderosas narrativas de mucho valor social, como sucede, por cierto, en diversas crónicas y narrativas visuales del presente.

No olvidemos que en los años sesenta América Latina no sólo es afectada en diversas esferas por el desarrollo de la Revolución Cubana. También hubo mucho interés en otros temas sociales, como la educación, la igualdad social, o el acceso libre y equitativo a los servicios sociales. Aunque ya había concluido sus estudios superiores, Bostelmann se mantuvo en contacto con los estudiantes. Su desenvolvimiento entre el mundo del arte y los...

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