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  • La representación de Fieras afemina amor en la proclamación de Luis I (1724)
  • Ignacio López Alemany

El teatro, al ser un arte de representación es, por definición, siempre “presente” en el sentido temporal y espacial. Por tanto, el rastreo arqueológico y reconstrucción de distintos textos espectaculares llevados a cabo a partir de un mismo texto dramático refundido para ser utilizado en un mismo lugar y ante un público similar, nos permite aislar la variable temporal y, así, nos sirve de magnífica oportunidad para estudiar las diferencias diacrónicas en el gusto y circunstancias de aquel que patrocina, produce y recibe el espectáculo, así como de los nuevos significados que de esta forma adquiere su puesta en escena.

Fieras afemina amor, también nombrada en la documentación original como Hércules, se representó por primera vez en 1672 para celebrar el cumpleaños de la reina y regente de España, Mariana de Austria. Aunque su onomástica había de celebrarse el 22 de diciembre, el estreno hubo de retrasarse unas semanas, con lo que se aprovechó para festejar también los tres años de la princesa María Antonia (Greer 157–58; Greer y Varey 34–8).1 En su edición crítica, Edward Wilson apunta la posibilidad de que la obra de Calderón se hubiera representado también una segunda vez en 1690, ya que había encontrado documentación de una obra denominada Hércules, que es la otra denominación habitual de esta obra en las notas de pagos y contratos ya en 1672. No obstante, no hay constancia de esa producción.

Más adelante, ya en el siglo xviii, y con la nueva dinastía Borbón en el trono, esta obra vuelve a llevarse al escenario del Coliseo del Buen Retiro. Aunque esta refundición ha recibido menos atención que la obra original de Calderón, [End Page 3] es posible encontrar algunos trabajos críticos a cargo de Alva V. Ebersole, Carmen Jiménez e Ignacio Prat, Juan José Carreras e Ignacio López Alemany que estudian esta obra bien de forma aislada, bien como parte de la corriente italianizante de la época. El motivo de la representación dieciochesca de Fieras afemina Amor sería la proclamación de Luis I como rey de España en 1724, toda vez que su padre, Felipe V, había hecho efectiva su abdicación unos meses antes.2 Aunque la decisión del monarca sorprendiera a la corte y a toda Europa, en realidad no había sido tomada con precipitación, sino tras cuatro años de consideraciones y preparativos tales como la construcción del palacio de San Ildefonso, donde los reyes deseaban retirarse. Además, en el momento de la abdicación, el príncipe Luis ya contaba con diecisiete años de edad, había contraido matrimonio con Luisa Isabel de Orleans, y había iniciado recientemente la convivencia marital tras un año y medio de espera desde que tuvieran lugar los desposorios.3

En un primer momento, la llegada de la dinastía francesa en 1700 no supuso una ruptura con la tradición dramática de los Austrias a pesar de la llegada de la compañía de farsantes italianos en 1703 y que después serían conocidos como trufaldines por la popularidad de la máscara de “Truffaldino” (Bussey 50–51; Doménech Rico 26–35). Los motivos de esta continuidad dramática hubieron de ser varios y de muy diversa índole, no siempre artística. El cambio dinástico desencadenó una Guerra de Sucesión que no terminaría sino hasta 1713, e incluso hasta 1714 en Cataluña, y 1715 en Mallorca. El ambiente de lucha no era, por consiguiente, el más adecuado para que el rey ejerciera un mecenazgo teatral abundante y, de hecho, apenas encontramos espectáculos patrocinados o dirigidos a la Casa Real durante estos años. Los tiempos, además, eran aún menos propicios para hacer mudanza en las costumbres. En este último sentido, la casa de Borbón...

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