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  • La tristeza de los tigres y los misterios de Raúl Ruiz by Verónica Cortínez y Manfred Engelbert
  • Sergio Villalobos-Ruminott
Cortínez, Verónica, y Manfred Engelbert. La tristeza de los tigres y los misterios de Raúl Ruiz. Santiago, Chile: Cuarto Propio, 2011. 357 pp.

El reciente deceso de Raúl Ruiz, uno de los más prolíficos y complejos directores de cine contemporáneo, ha dejado claro que su inabarcable oeuvre es proporcional a la carencia de estudios sistemáticos sobre ella. Quizás esto se deba a que recién hoy comienzan a circular muchas de sus producciones europeas en los cines y aulas latinoamericanas, aunque también habría que considerar cómo, después de su exilio en París en 1974, poco después del golpe de Estado en Chile, sus trabajos adquirieron un carácter diferente, un cierto aire clandestino. Incluso, se ha llegado a afirmar la existencia de dos Ruiz, Raúl y Raoul, el primero asociado con un cine criollista e irónico, cuyo surgimiento habría sido posible por los cambios culturales de mediados del siglo XX, por su adquisición de técnicas y destrezas asociadas con el medio televisivo y con el género melodramático y, especialmente, por sus gustos literarios, entre los que destacan Borges, Nicanor Parra y una cierta tradición patafísica todavía no explicitada. El segundo Ruiz, ya instalado en Francia y asociado con una producción estéticamente más compleja y en concordancia con un cierto experimentalismo de post-vanguardia, es frecuentemente asociado con el barroco cinematográfico y sería el que ha monopolizado la atención de críticos y expertos.

Gracias a esta división, se suele pensar que el golpe y el posterior exilio favorecieron una ruptura en el desarrollo de su estética, marcando una clara diferencia entre sus primeros ejercicios cinematográficos y su ya plenamente desarrollado trabajo “europeo”. Sin embargo, tal afirmación resulta problemática por dos razones: por un lado, muchas de sus películas del periodo europeo siguen teniendo a América Latina en general, y a Chile en particular, como referencia directa (Diálogos de exiliados, Litoral, La recta provincia, etc.) o indirecta (Las tres coronas del marinero, Mémoire des Apparences, On Top of the Whale, etc.). Por otro lado, la supuesta diferencia entre uno y otro periodo estaría marcada por la experiencia del golpe y del exilio, pero es precisamente aquí donde Ruiz destaca como un director sui generis. Si ya en el periodo pre-golpe se le consideraba como un director distante de la estética realista y comprometida que predominaba en el Chile de esos años, su trabajo posterior se distancia radicalmente del cine testimonial y denunciatorio que marcará a la generación del exilio chileno (Patricio Guzmán, Helvio Soto, Miguel Littín, entre otros). Sin embargo, habría una tercera razón relacionada con la posibilidad de establecer continuidades en términos estéticos, temáticos y estilísticos entre las obras que caracterizan uno y otro momento, y es en este contexto donde el trabajo monográfico de Cortínez y Engelbert resulta fundamental.

Abocada a la película de 1968, Tres tristes tigres, la monografía en cuestión realiza un acucioso y necesario análisis tanto de la estética inherente a la filmación como de la serie de variables socio-culturales que la hacen posible, por un lado, y la explican, por el otro, sin que por ello estemos frente a un trabajo sociológico abocado al análisis unilateral de la recepción. Cortínez y Engelbert despliegan un archivo erudito, construido meticulosamente a lo largo de años de investigación y viajes tras las huellas de un director pantópico que, además de algunas colecciones personales y del archivo Ruiz de la Universidad de Duke, no cuenta todavía con una colección [End Page 578] amplia y pública en este lado del mundo. Gracias a esto, su primera película importante, basada en la obra de teatro de Alejandro Sieveking, es interrogada en profundidad...

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