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LOS DESEOS CONCEBIDOS El habitante y su desesperanza MARÍA EUGENIA MEZA Si se toma en cuenta el desarrollo de la temática que Cristian Sánchez ha manifestado en sus largometrajes (todos realizados en el formato de 16 milímetros) sin duda ésta toma cuerpo, se aclara y cristaliza paulatinamente en cada uno de ellos. Por lo mismo, quienes han seguido su trayectoria, encontrarán en Los deseos concebidos la profundización de ciertos temas que, al parecer, hubieran llegado a fondo en esta cinta. Los comportamientos del chileno urbano —personaje que permanece en toda la obra de Sánchez— sobre todo en la contraposición de niveles cotidianos enfrentados a situaciones surreales y la búsqueda y exposición de los "mitos" más comunes de la cultura urbana son, desde siempre, los tópicos donde el realizador se ha detenido con más ahínco. Desde el kafkiano mundo del oficinista público despedido —personaje central de Víasparalelas—, hasta el adolescente errático deLos deseos concebidos, pasando por el taxista de El zapato chino, se puede tender un trazo que los identifica casi como si fueran hermanos de sangre más allá de la autoría del cineasta. Este trazo tiene como tónica básica la soledad, la desventura, la búsqueda incierta, insensata y sin esperanzas de caminos que lleven a compensar las carencias. En sus recorridos —todos los personajes se mueven de un lado a otro de la ciudad, buscando anhelantemente en diversos medios— aparecerá una visión interna de Santiago que —lejos de mostramos calles o paisajes— nos lleva por las intrincadas curvas de la mentalidad, a veces confusa, de sus habitantes. El mundo de Erre Al abrirse el relato, Erre, el protagonista de esta nueva historia, anuncia su deseo de abrirse "a la vida con todas mis fuerzas, con todo mi corazón... hasta morir". Intento que lo llevará a marginarse poco a poco de todas las estructuras clásicas de la vida del adolescente común: el hogar (en su caso, una casa donde sólo es un allegado), el colegio. Sólo mantendrá un grupo de amigos quienes, más temprano que tarde, lo dejarán abandonado. O 2006-2007 NUEVO TEXTO CRITICO Vol. XIX-XX No. 37-40 288___________________________________________MARIA EUGENIA MEZA El precio de su libertad es la desolación. Que se hace más patente aún en el plano de cierre del filme donde, casi por primera vez, advertimos la entrada de la ciudad como tal a la vida del personaje. La calle descolorida que se abre de madrugada para recibir los pasos del joven vagabundo es —quizá— un anuncio del recibimiento de la ciudad. Antes de esto, ella no aparece en el filme, se escamotea por elipsis. El personaje no "deja los pies" buscando: siempre lo hace en espacios cerrados, en los límites de las piezas, los patios. Porque su deambular nos lleva no desde el muchacho hacia la ciudad sino desde el muchacho hacia él mismo, cada vez más adentro en un laberinto sin fin de preguntas sobre la vida, la existencia, la sociedad. Por lo mismo, los mundos que va dejando atrás son mundos sociales: la familia (con sus reglas —desde donde Sánchez ha intentado develar lo que él denomina "el mito de la huida del hogar"— con su asfixiante atmósfera algodonada y falsa) y el colegio (visto minuciosamente por el cineasta, tanto más cuanto es el útero común donde nacen a la aventura los cuatro personajes que se relacionan con Erre) donde las reglas se hacen represivas y donde se observa una mirada sobre una autoridad que detenta un poder casi omnímodo, si se recuerda la frase del rector al expulsar a Erre: "tú estás fuera de los libros del colegio. En otras palabras, estás legalmente muerto". Familia y colegio: dos entidades que pertenecen a la zona clara de la sociedad y la ciudad. Dos instituciones "diurnas" que Erre deja atrás para entrar de lleno al mundo de la noche, del misterio, de la muerte, en último término. El lenguaje El uso del lenguaje elíptico en Sánchez no...

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