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EL CINE DE RAUL RUIZ: EL PROGRESO DEL TIEMPO CRISTIAN SÁNCHEZ Conocí a Raúl Ruiz hace quince años, en la Escuela de Artes de la Comunicaci ón, donde yo estudiaba cine. "El maestro Ruiz", como le decían sus más cercanos amigos que lo celebraban por su humor o lo desafiaban en enciclopédicos duelos intelectuales que podían incluir la recitación de un inencontrable poema de john Donne, la explicación sumaria de las verdades contingentes de Leibniz, la letra de un bolero inventado sobre la marcha o la receta exacta del hoy ya célebre Piurema a la Maturana, Raúl, digo, vivía en el chisporroteo intelectual de los bares, tomando del ingenio agudo del chileno la materia prima de sus películas. Así nacieron : Tres tristes tigres, Nadie dijo nada y Colonia penal. Por su parte, la intensa vida política nacional de esos años le permitió ejercer la crítica y la autocrítica lúcida de un socialista que asumía hasta las últimas consecuencias un pensamiento "diagonal" que dejaba perplejos a moros y cristianos. En ese tiempo de extremo compromiso político, donde nadie se sacaba las trincheras de la cabeza, Ruiz se las ingeniaba para mantenerse razonablemente escéptico. De esta postura nacieron: La expropiación, Del realismo socialista considerado como una de las Bellas Artes, Palomita blanca y cortometrajes como Ahora te vamos a llamar hermano. Su cine era considerado difícil, no sólo porque era difícil verlo, sino por su heterodoxia programática, por su capacidad de penetración de los verdaderos conflictos de la sociedad chilena y, sobre todo, por la agudeza humorística de su especulación metafísica. Por esto, fuera de sus mejores amigos que se encargaban de difundir la palabra del "Maestro", casi nadie estaba con él. No estaba el homo para bollos. De ahí su frase: "Hay que hacer cine contra Chile". Y sus detractores murmuraban a sus espaldas: "Una poética personal no tiene sentido". La particularidad me parece hoy más que nunca la condición de una experiencia artística auténtica y no hay que temer, como dice Goethe, "que lo particular no encuentre eco en los demás", porque... "todo lo que se exponga desde la piedra del hombre implica un elemento general, ya que todo se repite y no existe ninguna cosa en el mundo que sólo haya sido una vez".© 2006-2007 NUEVO TEXTO CRITICO Vol. XIX-XX No. 37-40 214______________________________________________CRISTIAN SANCHEZ No está de más decirlo, en ese tiempo yo era furiosamente ruiciano. Diez años después, por un viaje inesperado, me tocó verlo en Paris. Ruiz se había convertido en uno de los más prolíficos y talentosos cineastas del mundo. Su reconocido amor por los records lo llevó a filmar tres a cinco películas por año (superando incluso a Fassbinder). Utilizando los más variados modos de producci ón, metrajes y abordando todos los géneros, llevó hasta el final una postura estilística, una escritura. De ahí a la leyenda, sólo un paso. Cahiers du Cinéma le dedicó un número especial. En adelante, sus regresos a Chile fueron en gloria y majestad. Asediado por cinefilos, periodistas especializados y antiguos detractores, Ruiz se defendía: "Me quieren nerudizar". Leídas sus entrevistas y declaraciones y vista buena parte de su obra más reciente, puedo sostener que en lo fundamental Ruiz no ha cambiado. No porque mantenga una identidad cerrada, sino porque ha seguido una evolución que no se debe tanto a los golpes de timón de una cultura, que, como la francesa, asimila cuanto toca, sino en tanto Ruiz absorbe sin complejos aquello que se prefiguraba como parte de su propia extensión. Hablo de un desarrollo inmanente regulado por una insólita logicidad. Para orientarse en la escritura de Ruiz hay tres cosas que resultan decisivas . La primera se refiere a la naturaleza de la imagen. La segunda a la forma y la intención de su narrativa, y la tercera a los dispositivos y finalidad de su maquinaria cinematográfica...

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