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Reviewed by:
  • El lector: A History of the Cigar Factory Reader
  • Jorge Brioso
Tinajero, Araceli. El lector: A History of the Cigar Factory Reader. Austin: U of Texas P, 2010. 268 pp.

La verdadera historia no se escribe con letras mayúsculas: batallas, héroes, efemérides y monumentos. Nietzsche propone como alternativa a la historia monumental, a la historia de los grandes acontecimientos, el concepto de historia crítica y el de genealogía, Unamuno el de intrahistoria, Benjamin el de historia material, Borges habla del pudor de la historia. Todos intentan pensar de un modo diferente la relación que existe entre la continuidad y la ruptura, entre las grandes narrativas y los microrrelatos, entre la anomalía y la regla, entre lo cotidiano y lo extraordinario, entre lo visible y lo invisible, entre lo oral y lo escrito, entre lo espiritual y lo material y entre lo público, lo privado y lo íntimo. El libro de Araceli Tinajero, El lector: A History of the Cigar Factory Reader, se inserta en esta tradición que propone otra forma de entender, narrar e interpretar el relato histórico. Los protagonistas de su microrrelato histórico son la lectura en voz alta y el lector de tabaquerías. Esta forma de contar y pensar la historia supone también una tensión con el concepto de historia nacional ya que estas prácticas, como bien ejemplifica su libro, se desplazan entre diferentes territorios y lenguajes: Cuba, España, Key West, Tampa, República Dominicana y México. Este tipo de relato histórico requiere, también, un nuevo tipo de especialista no limitado por tradiciones nacionales, ni por delimitaciones disciplinario-geográficas (ser especialista, por ejemplo, en literatura peninsular o latinoamericana); el estudioso tiene que ser capaz de seguir su tema-problema a través de diferentes geografías y lenguas.

La elección de sus protagonistas, la lectura en voz alta y el lector de tabaquería, condiciona la naturaleza del tipo de relato histórico que nos cuenta Araceli Tinajero y de los retos metodológicos que enfrenta su libro. La lectura en voz alta nace con la escritura y todavía en el siglo IV, como nos recuerda San Agustín, leer en silencio era considerado una anomalía. Este relato de larga duración se mezcla magistralmente en el libro de Araceli Tinajero con el surgimiento de una nueva figura, el lector de tabaquería, que va a aparecer por primera vez el 21 de diciembre [End Page 597] de 1865 en Cuba. La continuidad de la práctica de la lectura en voz alta marcada en el siglo XIX por espacios disciplinarios como el monasterio y la cárcel se encuentra con el hiato que supone la figura del lector de tabaquería: un tabaquero (o un lector profesional pagado por los propios trabajadores) que lee en voz alta a sus compañeros noticias, textos literarios y políticos mientras que estos en silencio realizan su labor. La lectura en voz alta en las tabaquerías nace como una práctica disciplinaria, disciplina de los cuerpos y adoctrinamiento de las almas, que trataba de llevar una actividad asociada al ocio edificante y productivo (la lectura) al lugar de la producción (el taller, la fábrica). La lectura en voz alta no sólo tendría un efecto positivo en la educación de la clase trabajadora, en ese momento con un gran porcentaje de analfabetismo, sino que propondría una forma alternativa de ocio (ocio edificante, productivo) asociada al progreso como alternativa a otras prácticas de uso del tiempo libre que se consideraban nocivas como el juego, las peleas de gallos o la tauromaquia. El espacio del trabajo se convertiría entonces en un espacio de control que regularía y organizaría todo el tiempo de la vida del trabajador tanto su tiempo productivo como su tiempo libre. Dentro de ese espacio de control surge la figura del lector de tabaquería que tiene una función mucho más ambigua ya que tiene que responder a los intereses de los obreros porque son quienes le pagan su salario y a...

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