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Callaloo 26.4 (2003) 1096-1097



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La hechicera

Maliyel Beverido

[English Version]

I

Aguarda la caída de la noche,
libera sus cabellos.
Enciende lámparas de alcohol
y diminutas veladoras.
Se atarda mirando los estantes.
¿Qué pócimas contienen las retortas?
¿Qué tierras sedimentan los matraces?
Consulta volúmenes de origen misterioso
y hablan sus dedos lenguas vegetales.

El advenimiento del sol la contraría.
Un trapo le ata la cabellera entonces.
Apaga los fuegos y las brasas.
Se afana alrededor de los calderos.
¿Qué flores maceradas comeremos?
¿Qué hojas aromatizan su receta?
Regresan los folios a su sitio,
sus manos callan.

Despeja la mesa,
dispone platos
y pone al centro la cacerola humeante.
Con su desayuno compensa
de las privaciones de la noche.

II

La choza está rodeada de jardines
y hortalizas. [End Page 1096]
Allí crecen las plantas,
los bálsamos, las armas,
el alimento, el decorado,
el azar, el sueño y el suplicio.
Allí la savia se cultiva,
el tallo se procura,
se mima la flor
y la hoja se tortura.

También hay flores que nacen de la inconstancia,
hojas inacabadas,
tallos ignorantes de sí mismos
cuyo perfil no coincide con su sombra.

Hierbas que se mecen como en baile;
una rítmica ritual las puntualiza.

III

Abre la dama su grimorio
y un tufo acre y espeso
se esparce entre las piezas.

No hay índice,
no tienen número las páginas,
y el corte de los bordes no es exacto.

Es un abril sin fondo
que reserva plicas y diatribas.
Brazos de pergamino
pródigos en consejos (malos)
y propuestas de concierto.

Por las rendijas del techo,
por entre los tablones de la puerta,
la luna hinca sus uñas en busca de sustento.




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