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  • La Luna de Madrid: Movida, posmodernidad y capitalismo cultural en una revista feliz de los ochenta1
  • Luis García-Torvisco

A finales de los años 70 y principios de los años 80, en plena transición y consolidación de la nueva democracia en España, Madrid, antigua capital del centralizado sistema franquista, vivió un momento de efervescencia cultural y vital que terminaría siendo conocido con el nombre de Movida madrileña cuando se popularizó hacia 1983–84 en diferentes medios de comunicación tanto dentro como fuera del país. Con los años, este movimiento—aunque difícilmente pueda entenderse como tal, al menos en un sentido tradicional—, se ha terminado convirtiendo en el gran mito socio-cultural de la nueva democracia en España y en objeto de múltiples debates sobre su importancia específica o incluso sobre su misma existencia. La Luna de Madrid, controvertida revista cultural publicada de octubre de 1983 a mediados de 1988, ha sido generalmente considerada como la revista de la Movida. Así lo mostró, por poner un reciente ejemplo, su importante presencia en los múltiples eventos y exposiciones dedicados al 25 aniversario de aquélla a finales del año 2006 y principios del año 2007, en cuyo Catálogo, La Movida, editado por la Comunidad de Madrid, se decía: “Queda para los tiempos La Luna de Madrid como la biblioteca de Alejandría de los ochenta, y se lo merece: fue enormemente comprehensive, algo [End Page 364] así como exhaustiva, en inglés. Al tiempo que relegaba a sus predecesoras y hasta a sus contemporáneas, quizás por las implacables leyes del mercado” (Agustín Tena 584). Asimismo, en el Catálogo de la exposición sobre la revista que tuvo lugar en la Biblioteca Nacional en el año 2007, uno de sus redactores, Pedro Mansilla Viedma, resumía lo que él entendía como la importancia de la revista en relación a la Movida en los siguientes términos:

Salir en La Luna era sinónimo de pertenecer a la “movida,” y aunque es verdad que este título parecían otorgarlo varias cofradías (o eso parece ahora, tras la descomunal confusión a la que nos han llevado las incon-tables relecturas recientes del fenómeno), cito como ejemplo de algunas de ellas, tocar en el Rock-Ola, aparecer en las películas de Almodóvar, ser fotografiado por los hermanos Pérez-Mínguez o comprar habitualmente en el mítico “Enrique P” de la calle Almirante, La Luna puede considerarse -y ruego que esto no se tome como interesada opinión de parte-, como el máximo refrendo del derecho a la posesión de ese título.

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Ya en el año 1990, el exhaustivo monográfico de José Luis Gallero Solo se vive una vez. Esplendor y ruina de la movida madrileña, aunque constaba de múltiples entrevistas y cuestionarios a representantes del movimiento, se articulaba en torno a un conjunto de mesas redondas cuyos principales participantes eran, de hecho, los responsables y colaboradores fijos de la revista: Borja Casani, José Tono Martínez, Juan Carlos De Laiglesia, etc. (García-Torvisco 163–69). De un modo similar, los acercamientos críticos a este vademécum de la contemporaneidad (José Luis Tirado 26) desde la academia anglosajona se han referido sistemáticamente también a su relación significativa con la Movida. Así, según Susan Larson, “La Luna muy pronto se convirtió en la voz oficial de la movida y de todos los que querían participar en este energético movimiento urbano” (310).2 [End Page 365]

Frecuentemente, la asociación Movida-La Luna de Madrid se ha hecho también desde una perspectiva crítica con esa relación, por lo que se ha entendido como una labor de simplificación y comercialización de la primera Movida por parte de ciertas élites culturales teorizadoras, ajenas al llamado núcleo duro del movimiento, que vinieron supuestamente a pervertir el carácter underground y subcultural de sus prácticas. Estas críticas se han producido, especialmente, en el...

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