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  • Borges y sus tres interpretaciones del canto de Ulises en el Infierno de Dante
  • Maria Clara Iglesias

Sé que ese libro irá más allá de mi vigilia y de nuestras vigilias.

(Jorge Luis Borges, Siete noches 32)

En el mes de marzo del año 1948 Jorge Luis Borges publica en la revista uruguaya Escritura un pequeño ensayo titulado “El enigma de Ulises,” donde comenta el canto 26 del Infierno de Dante (Textos recobrados 254–57).1 En agosto de ese año aparece en el periódico argentino La Nación otro ensayo sobre el mismo tema, esta vez titulado “El último viaje de Ulises” (Nueve ensayos dantescos 113–18).2 La fascinación por el Ulises de Dante no termina aquí, pues en 1977, Borges ofrece una serie de conferencias en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, cuyo primer tema es la Divina Comedia y su descripción de la figura de Ulises (Siete noches 26–32).3 Hasta el momento, escasa o nula atención [End Page 282] han recibido estos ensayos por parte de la crítica, que ha obviado la necesidad de un análisis comparativo de las tres interpretaciones borgeanas.4 Es mi intención realizar ese análisis en estas páginas, ya que supone exponer una visión diversa de Borges en relación a uno de los temas recurrentes de su literatura: la íntima reflexión sobre el acto de la escritura, que implica a su vez una reflexión sobre el acto de la lectura, el más alto ejercicio borgeano.

Esos tres viajes al canto 26 Borges los realiza adoptando una perspectiva diversa en cada caso. Sabemos que en sus ficciones Borges es sistemático, que retorna siempre a los mismos temas, pero en este ejercicio exegético de la Divina Comedia decide abordar el texto desde ángulos diversos, llegando siempre a diferentes conclusiones. Esa diversidad hace que veamos estos tres ensayos como un proceso de aprendizaje o de comprensión del episodio del Ulises de Dante por parte de Borges, quien no agota su curiosidad ni capacidad inter-pretativa en un primer acercamiento al texto poético. En todos los casos, sin embargo, la interpretación de Borges es metaliteraria. En el primer texto, se observa el papel de la voluntad divina asimilada al concepto de justicia; el segundo ensayo es una reflexión sobre el oficio de la escritura; y el tercero finaliza con un comentario acerca de la recepción del texto por parte del lector. Efectivamente, Borges adopta perspectivas diversas que van enriqueciendo su interpretación, pero al mismo tiempo enriquece y estimula la propia reflexión de quien lee.

Los tres ensayos que Borges escribe acerca del canto de Ulises se ubican en una larga tradición de comentarios de este particular fragmento de la Divina Comedia. A lo largo de los siglos de vida de la obra de Dante, innumerables han sido (y son) las interpretaciones que el canto 26 del Infierno ha generado. La fascinación por este episodio en particular es debida a diversos factores; entre ellos debemos destacar la original creación que Dante hace del legendario personaje homérico, al cual dota de una nueva dimensión como carácter literario, otorgándole nuevos “contravalores” morales que no se encontraban en el perfil de Ulises antes de Dante. El Ulises de la Divina Comedia es el Ulises de Dante, no el de Homero. Por otro lado, el canto 26 [End Page 283] contiene elementos alegóricos que aluden a una reflexión sobre el papel del poeta-filósofo-teólogo y su relación con el mundo y el conocimiento. Este canto representa un profundo análisis sobre los límites de lo humano, y es en este sentido como lo construye Dante.

Pero, ¿cuál es exactamente el argumento del canto 26? Borges en los tres ensayos realiza un completo resumen del texto, con ciertas diferencias y aún errores en cada una de las tres versiones.5 En el primer ensayo, “El enigma de Ulises,” así lo resume Borges:

Dante y Virgilio han descendido, en su viaje espectral, al octavo foso del octavo c...

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