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  • Constantes temáticas en tres novelas peruanas sobre la época del terrorismo
  • Manuel Prendes Guardiola

El presente artículo está dedicado a analizar cuatro elementos temáticos recurrentes en tres narraciones sobre la violencia política en el Perú contemporáneo: Rosa Cuchillo (1997) de Óscar Colchado Lucio, La hora azul (2005) de Alonso Cueto y Abril rojo (2006) de Santiago Roncagliolo. Las dos últimas están ambientadas en el Perú fujimorista y se acercan a los esquemas de la ficción policial (ensayados en 1993 por Mario Vargas Llosa en Lituma en los Andes), que en el caso de Cueto dan paso a una narración de corte psicológico, mientras que Roncagliolo los mantiene según las convenciones del thriller de asesino serial. Rosa Cuchillo, por su parte, sigue unos patrones narrativos en buena medida fantásticos y estructuralmente menos tradicionales que los de las otras dos novelas, pero posee una importante carga documental sobre la actividad terrorista, vivida tanto entre las filas de Sendero Luminoso como entre los campesinos. Rosa Cuchillo no sigue, ciertamente, las pautas de la novela policial, pero sí encierra en común con ésta el motivo de la búsqueda de la verdad, en este caso llevada a cabo por la heroína que, después de morir, vaga en busca de su hijo asesinado por el mundo de ultratumba de la cosmogonía andina. El descubrimiento de alguien desaparecido (un criminal, un hijo, una víctima del terror) acaba revelando al investigador claves de una verdad que concierne a su propia identidad y circunstancia. Podemos establecer en este punto una analogía social: el hombre teme descubrir una verdad oculta sobre sí mismo, de la misma manera que la nación, o parte de ella, teme aceptar una realidad trágica o injusta en su pasado y su presente. [End Page 229]

El espacio

Cuando la trama y el ambiente de la narración están basados en la lucha del gobierno de Lima por controlar algunas de sus zonas históricamente “incontroladas” (por la insumisión o, antes, la pobreza e inaccesibilidad), no es raro tomar como punto de partida la abismal diferencia entre ciudad y campo, entre la capital y la provincia, entre el universo donde aún imperan costumbres y creencias ancestrales –indígenas o coloniales, a veces mutuamente influidas– y aquél en que se superponen diferentes manifestaciones de la modernidad.

Lima será el escenario predominante en La hora azul, tan sólo abandonado durante un corto lapso (capítulos XIII–XIV) para visitar la ciudad serrana de Huanta, escenario de los hechos que pretende esclarecer el abogado Adrián Ormache. Las mismas pesquisas de éste por la capital lo conducen desde el exclusivo entorno de su residencia en San Isidro hasta las modestas urbanizaciones en que subsisten los inmigrantes serranos expulsados por la guerra de sus hogares, que se resisten a olvidar: “Huanta Dos” es el nombre del barrio en que finalmente aparece Miriam, la joven serrana secuestrada y violada años atrás por el padre de Ormache, comandante de la Marina.

Ningún acontecimiento de Abril rojo o de Rosa Cuchillo tiene lugar en la distante metrópoli limeña. En la primera novela, ésta representará un ámbito de corrupción y de órdenes dictadas desde la más completa y hasta deliberada ignorancia de la realidad serrana (el comandante Carrión zanja su discusión con el fiscal haciéndole saber que “en este país no hay terrorismo, por orden superior. ¿Está claro?” Roncagliolo 47). Como contraimagen de Lima, se alza en este caso la emblemática ciudad de Ayacucho, espacio urbano pero inmerso en un medio predominantemente indígena, cuyas creencias sobreviven bajo el barniz que le ha suministrado la cultura cristiana, y que ignora las pautas de orden que se tratan de imponer desde la capital. En Abril rojo, el militar o el sacerdote creen imposible que se pueda someter al indígena, salvo de un modo meramente formal, a sus propios términos de pensamiento y conducta; por otra parte, la misma enorme distancia entre Lima y Ayacucho garantiza la impunidad de quienes “defienden” la ley mediante la mentira...

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