Sobre la "Infalibilidad" de Barbarita Arnaiz

Cada nueva lectura de Fortunata y Jacinta refuerza inevitablemente esa sensación casi paradójica, que nos dio la primera, de que nos enfrentamos a un mundo complejísimo— de una complejidad que parece inabarcable—el cual está, a la vez, perfectamente organizado. Sus estructuras genealógicas, topológicas, temporales, sociológicas, psicológicas, las múltiples referencias históricas que se relacionan con hechos o personajes de la trama,... son en sí complicadísimas.¹ Sin embargo, lo extraordinario de la complejidad de ese mundo sólo se revela cuando se considera la coherencia con que esas estructuras se complementan para conformar un universo novelístico cuidadosamente articulado, cuya riqueza no tiene precedente—ni vuelve a repetirse—en la novela decimonónica.² Una mirada atenta al índice de la novela revela ya un diseño cuyo esqueleto conceptual está casi manifiesto, lo cual ofrece una primera pista, que el análisis confirma inequívocamente, de que la articulación coherente de semejante complejidad descansa en una estructura conceptual básica que la informa.³

La conjugación exitosa de estos dos aspectos de la composición era para el novelista Galdós una tarea clave. Sabemos la importancia que daba al "plan";⁴ sabemos también, particularmente en el caso de Fortunata y Jacinta, las dificultades que le proponía y el esfuerzo que le costaba la concreción textual de ese "plan", lo cual se expresa en su insistencia de que el trabajo mayor era evitar que la obra fuera más larga, evitar que no tuviera cinco, o hasta ocho tomos, en vez de cuatro.⁵

La coherencia con que el discurso narrativo desarrolla las ideas en las que descansa la estructura conceptual de la obra es una de las maravillas artísticas de la novela. Este ensayo propone que las decisiones de la madre del Delfín para asegurar el futuro de su hijo determinan hechos que generan el desarrollo argumental, establecen los temas principales de la novela y adelantan su final. Por lo tanto, se propone que el significado de la "infalibilidad" de Barbarita Arnaiz ejemplifica privilegiadamente—como ningún otro signo de la novela—la idea de que el desarrollo discursivo de cada hecho importante de la trama y de cada significado figurativo y simbólico de los temas y las voces principales de la obra muestran una coherencia que está determinada por una estructura conceptual cuyos significados principales son propios de la obra. Siendo esa coherencia estructural, estas proposiciones sólo pueden justificarse mediante un análisis de los hechos que resultan de las decisiones de la madre del Delfín, de las oposiciones que éstos plantean y del desarrollo argumental y temático que tales oposiciones generan.

La noción de que la madre de Juanito Santa Cruz tiene un instinto que no falla aparece en relación con su decisión de evitar que el Delfín vuelva a "perderse".⁶ Después de observar que hay cambios en su comportamiento que anuncian el fin del "sarampión del que no se libra ningún muchacho de estos tiempos" (1: 191), el matrimonio Santa Cruz quiere terminar con las últimas manifestaciones del episodio que ha constituido su "aventura popular" con Fortunata, para lo cual Baldomero propone un plan—usando un lenguaje cuya expresividad connota a la vez su desmesura y la importancia del suceso que quiere corregir-⁷ y Barbarita otro "mejor", que es el que se pone en práctica. La expresividad del discurso que relata el hecho connota su importancia: quien tiene la primacía en la determinación del futuro familiar de su hijo—y de su descendencia, por lo tanto—es la madre y no el padre:

[...] con aquella seguridad del talento superior que en un punto inicia y ejecuta las resoluciones salvadoras, se encaró con Juanito, y de buenas a primeras le dijo:

-Mañana mismo nos vamos a Plencia.

[...]

Dicho y hecho. Padres e hijo salieron para el Norte el día de San Pedro.

Barbarita iba muy contenta juzgándose ya vencedora, y se decía por el camino:

"Ahora le...