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  • "En aquella hora sublime":Ana Ozores o la trascendencia estético-religiosa en La Regenta
  • Brais Outes

"No object of the Sense is sublime in itself; but only as far as I make it a symbol of some Idea. The circle is a beautiful figure in itself; it becomes sublime, when I contemplate eternity under that figure."

S. T. Coleridge. "Solgar's Erwin" 596.

"Ogni sentimento o pensiero poetico qualunque è, in qualche modo, sublime. Poetico non sublime non si dà."

Giacomo Leopardi. Zibaldone di pensieri 1: 3051.

En el capítulo 4 de La Regenta se narra cómo, siendo aún una adolescente en Loreto, Ana Ozores sufre un ataque místico fruto de la improbable combinación de sus lecturas de San Juan, una copa de licor y la grandiosidad del escenario natural. La apasionada ascensión de Ana por las laderas de un monte en Loreto concluye con la sobrecogedora visión de un paisaje sublime:

Ana vio de repente nuevo panorama; Loreto quedó visible. Enfrente estaba el mar [...] mucho mayor que visto desde el puerto, más pacífico, más solemne; desde allí las olas no parecían sacudidas violentas de una fiera enjaulada, sino el ritmo de una canción sublime [ énfasis nuestro] [...]. En los últimos términos el ocaso columbraba un anfiteatro de montañas que parecían escala de gigantes para ascender al cielo; nubes y cumbres se confundían, y se mandaban reflejados sus colores. En lo más alto de aquel cumulus de piedra azulada Ana divisó un punto; sabía que era un santuario. Allí estaba la Virgen. En aquel momento todos los celajes del ocaso se rasgaban brotando luz de sus entrañas para formar una aureola a la Madre de Dios [...] La puesta de sol era una apoteosis.

(1:209)

Todos los elementos que componen este cuadro—el mar, el ocaso, las montañas y el cielo, los contrastes de luz—nos remiten al estereotipo de lo sublime natural popularizado por críticos ingleses del XVIII como John Dennis, Joseph Addison y Edmund Burke—y posteriormente asimilado por el romanticismo. Para éstos, lo sublime como reacción ante la grandeza natural constituye, en última instancia, una expresión de la grandeza de Dios.1 Como sugiere la localización de la ermita en la cúspide de la montaña, la totalidad de la naturaleza se convierte para la Regenta en un templo consagrado a la experiencia religiosa. Este escenario natural—un "anfiteatro de montañas" en palabras [End Page 67] de Clarín—provoca la experiencia de lo divino que informará los versos apasionados en honor a la Virgen que la Regenta compondrá en la hondonada de los pinos.2

Este fragmento es un ejemplo paradigmático de los numerosos pasajes de La Regenta en los que Clarín emplea el concepto de lo sublime para describir la religiosidad de fuerte carga estética que caracteriza tanto al Obispo Camoirán como a la Regenta. Ana Ozores califica los temas de sus confesiones con el Magistral de "cosas tan grandes y sublimes" (2:73). Asimismo, según Álvaro Mesía, la Regenta se sublimiza al contemplar la grandeza de los árboles ("al aire libre, en suma, se pone seria como un colchón, calla, y se sublimiza" [2:18]), así como al contemplar los infortunios de Doña Inés durante la representación del Tenorio de Zorrilla ("la buena señora se había sublimizado" [II, 50]). Durante un arrobo místico cincelado a imagen y semejanza de los de Santa Teresa—"la Doctora sublime" (2:213)—, la Regenta también saborea la "soledad sublime" de Dios, mientras que el infierno se le presenta en una de sus pesadillas como una "verdad tremenda, sublime en su mal sin término" (2:222).3

A pesar de la recurrencia del concepto de lo sublime en la descripción de las experiencias estéticas y religiosas de Ana Ozores, la crítica clariniana no ha prestado atención a las implicaciones que se desprenden del empleo de este concepto de profundas ramificaciones literarias y estéticas. En este ensayo, considero cómo a través de la...

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