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  • Falansterios, panópticos y monstruos goyescos:espacios e individuos inconclusos en La familia de León Roch
  • Álvaro Ayo

Vivimos en función de nuestro contorno, el cual, a su vez, depende de nuestra sensibilidad

(José Ortega y Gasset El tema de nuestro tiempo)

Representación, construcción, debate

Durante su estadía en un balneario en las montañas, León Roch lee la "pícara carta" que le ha escrito María Egipcíaca de Sudre, su futura esposa (4: 761). Este sitio, según la no menos pícara descripción del narrador galdosiano, sirve para que los españoles se escapen de las ciudades, reproduciendo, paradójicamente, las dificultades que caracterizan sus lugares de procedencia. Chusco, pese a su alta dosis satírica, es este comienzo de La familia de León Roch (1878), una de las primeras novelas de Benito Pérez Galdós en la cual ya se aprecia, como lo han sugerido varios entendidos, su crítico interés por la conflictiva relación del individuo con sus congéneres dentro de la esfera familiar de origen burgués, y con el medio social donde interactúan y que forma parte de la nación (Montesinos 252-54, 268, 283; Gilman 89, 97, 389, 393; Labanyi 92-93). Este comienzo contrasta drásticamente con el resto de la historia que se centra en el aciago fracaso matrimonial de León y María, debido principalmente a la obsesiva preocupación de ambos por moldear o construir a su cónyuge a partir de una abigarrada e incluso contradictoria gama de modelos o paradigmas de comportamiento y de identidad que no contemplan los aspectos afectivos de la naturaleza humana. De hecho, gran parte de los conflictos interpersonales en esta novela surge a raíz de la relación aparentemente irreconciliable entre tales modelos y los personajes que, además, se debaten en y entre inestables y sinuosos espacios familiares y sociales, recrudeciéndose, como resultado, su situación de desafecto.

En La familia de León Roch, Galdós muestra cómo el individuo, sea hombre o mujer, depende de una gran variedad de multívocas y fragmentarias formas paradigmáticas para entenderse a sí mismo y también para dar razón de su entorno, lo que genera profundos desencuentros consigo mismo y con el otro. Aviniéndose a los principios miméticos del Realismo decimonónico, el novelista canario intenta recrear tales dificultades existenciales que se dan a causa de las limitaciones inherentes al lenguaje humano, al resaltar que el individuo se desenvuelve dentro de ambientes complejos y problemáticas instancias de relaciones de poder constituidas entre el egoísmo y la cooperación y entre la imposición y la simpatía. No obstante, también impugna al Realismo al poner en tela de juicio la capacidad de su propio texto como producto lingüístico de posibilitar dicha recreación y el conato de crear la ilusión de realidad a que aludiera José Ortega y Gasset acerca del arte novelístico (Ortega 3: 402, 410-13). Como se verá, Galdós afronta estos objetivos [End Page 11] impugnadores destacando que la personalidad, los conflictos interpersonales y el entorno de sus personajes, aunque en lo formal se ciñen a los principios realistas de verosimilitud, constituyen asimismo elaboraciones lingüísticas, o sea, ficticias, discursivas e intertextua-les. A través de dichas elaboraciones discute, pero no de modo meramente alegórico, temas como el individuo, su accionar intersubjetivo (especialmente la negociación entre géneros), los espacios en que existe y tanto la percepción como la representación de la realidad —en otras palabras, la relación sujeto-objeto—, amén de la función de la novela realista en tales reflexiones.

La familia de León Roch sale a la luz en los albores de la Restauración borbónica, cuyo sistema sociopolítico determinará por casi medio siglo el destino de la nación y la formación de la sociedad civil en general y del ciudadano español en particular. Galdós comienza su carrera novelística en esta época, mostrando una sólida formación y...

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