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  • Onetti, detrás de la pureza inalcanzable
  • Carlos Maggi

Carlos Maggi es un escritor fundamental de la llamada Generación del 45. Se formó en la abogacía y trabajó durante años en la industria bancaria, y fue directivo del SODRE. Su obra publicada ha sido ante todo ensayística y dramatúrgica, y en el ensayo uno de sus temas centrales ha sido Artigas, sobre quien escribió en 1942, en coautoría con Manuel Flores Mora, José Artigas, primer estadista de la revolución, y a quien le ha dedicado los 8 tomos de La nueva historia de Artigas (2005) y Artigas revelado (2009). En ensayo, también, dio los excelentes El Uruguay y su gente (1963) y Gardel, Onetti y algo más (1964). Reconocido como uno de los mayores dramaturgos del Uruguay: La trastienda (1958), El apuntador (1959), La noche de los ángeles inciertos (1960), El patio de la torcaza (1967), El baile del cangrejo (1971), Un cuervo en la madrugada (1989), se cuentan entre sus numerosas obras.

—Onetti, personaje difícil para mantener una amistad a lo largo del tiempo.

—Sí.

—De Onetti te separan años.

—Onetti es del 9 y yo soy del 22. Trece años.

—¿Cómo se pudo dar una amistad?

—Mirá, hubo una amistad preciosa, y ese escalón de edad estaba agravado porque Onetti era el gerente de la Agencia Reuter de noticias, y Maneco Flores, que fue quien primero lo conoció — y yo llegué por él a Onetti—, era mecanógrafo de esa agencia. Maneco compartía conmigo la cosa soberbia y orgullosa de todo ese grupo, y un día cayó con la frase inocente de que: "Mi jefe escribe muy bien". Y yo lo hice objeto de burlas terribles porque había "descubierto" que su jefe era escritor. Hasta que cayó con un ejemplar de El pozo, que acababa de publicarse —estoy hablando del año 41, por ahí—, y cuando leímos El pozo sufrimos un shock muy importante, en nuestro orgullo y en la idea del jefe de Maneco. Así que la relación con Onetti venía con un segundo escalón de autoridad, porque era el jefe, el gerente. [End Page 293]

Pero Onetti fue un tipo tan absolutamente —y lo fue siempre— contrario a todas las formas y a todas las jerarquías, que nunca se notó ni la edad ni la gerencia, ni la autoridad literaria, ni el nivel en el cual él se movía. Él no lo siente y no le importa. Auténticamente, no le importa. Se reía mucho con las disputas por los centros de poder y por lograr las cosas, que son como problemas de burócratas que están disputando un ascenso. Y él decía: ¿Piensan que la literatura es una carrera? No lo es para hoy ni para nunca; ahí no se puede ganar de otra manera que haciéndola, escribiéndola bien. Y era verdad.

Así que con Onetti ese tipo de diferencias, no. Porque, además, la relación con Onetti era, yo diría, muy literaria en su temática, en lo que nos importaba, y absolutamente personal, sin nada que ver con la literatura. Porque ni él ni nosotros pretendíamos nada de la literatura.

Esa era una de las razones de los choques o fricciones con Angel [Rama]1. Angel quería obtener cosas "a propósito de", y a nosotros no nos importaba nada, a nosotros se nos iba la vida en lograr hacer algo bueno, eso sí. O en hacer algo. A veces ni siquiera bueno. Hacer algo. Por eso éramos muy amigos con Onetti, tanto Maneco Flores como yo, porque compartíamos eso, sinceramente, era nuestra manera de ser. Y lo de Angel no era del todo así.

Eso facilitaba mucho el saltar por encima de las diferencias de edad y de condición. Además, también era cierto que en ese momento Onetti era un perfecto desconocido, que podía editar un libro para cincuenta personas y no conseguía vender cincuenta ejemplares de El pozo, como no vendió. Eso también facilitó la relación con unos jóvenes...

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