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UNOS ESDRÚJULOS PROBLEMÁTICOS DE CAIRASCO DE FIGUEROA ROBERT L. HATHAWAY Colgate University Al principio he de hacer constar que quien se acerca a la obra del poeta y religioso Bartolomé Cairasco de Figueroa, a quien llamaron en las Islas Canarias "El Divino," siente una gran deuda a Alejandro Cioranescu, pues es él quien mejor y más extensamente ha estudiado y explicado las obras de Cairasco, por lo cual forzosamente he de citar sus exegesis y estudios a lo largo de este artículo. La idea todavía bastante difundida de que fue nuestro canónigo quien introdujo hacia fines del siglo XVI la "novedad" de los versos esdrújulos a la poesía española, la rechazó Elias Zerolo hace ya casi un siglo entero: "ni Cairasco inventó los versos esdrújulos, ni los introdujo en la rítmica castellana , ni creo, lo confieso con pesar, que fuese el poeta que mejor los hizo en su época" (3); nombró Zerolo, entre otros que los habían empleado antes que "El Divino," a Garcilaso, Cetina y Montemayor.1 Acaso fuese el chorro de los dáctilos en las obras del canario que tanto impresionara en su época y tendiese a acreditar tal idea todavía: "es evidente," escribe Cioranescu, "que su infeliz esdrujulea y la pertinacia con que se empeñó en mantener, a lo largo de toda una vida literaria, un sistema poético equivocado, llamaron la atención de los contemporáneos más que los innegables méritos de su poes ía más llana" ("Vida" 368). Encontramos tales versos en su Templo militante , Flos Sanctorum y Triunfo de sus virtudes2; llenan, como sería de esperar , la Esdrujulea, libro todavía inédito. En cuanto a la primera obra, la maestra del canónigo, la perspicaz descripción de Cioranescu merece repe727 122BCom, Vol. 47, No. 1 (Summer 1995) tirse: "Cuando saboreamos la poesía—cosa que no nos ocurre frecuentemente —, nosotros la probamos delicadamente, con la cucharita de postre; el Templo militante nos la sirve con el cucharón. Sus cuatro tomos amazacotados y su riada de octavas reales [hay más de quince mil] dejan como ni- ños chicos la fábrica ambiciosa de La Légende des Siècles e incluso las interminables aventuras y la labia inagotable de Orlandofurioso" (Antologia 9). Pero con razón ha indicado Andrés Sánchez Robayna que debemos celebrar a Cairasco por "haber sabido 'sacar' esa clase de verso del ámbito constrictivo de la novela pastoril para acercarlo a la canción de raíz petrarquista y a otras formas poéticas y ensanchar de ese modo—en un gesto renovador típico de la mentalidad creadora pre-barroca y barroca— sus posibilidades expresivas" (165). Pero estas páginas no tienen que ver con aquellos versos abrumadores del Templo sino con los dáctilos en las cuatro comedias suyas que aparecen en el manuscrito 2803 de la Biblioteca del Palacio Real, una colección de obras recién editada por José J. Labrador Herraiz y Ralph A. DiFranco y publicada bajo el título descriptivo Cancionero depoesías varias? En cada pieza hay un momento cuando un personaje principal declama a solas en el tablado una serie de versos esdrújulos, de extensión que varía entre veintitr és versos en la Tragedia y martirio de Sancta Catherina de Alexandria, y ciento y seis en la Tragedia de Sancta Susana; en la Comedia del Reçeuimiento (treinta y cuatro versos) y en la Comedia del Alma (veintiséis) hay a continuación una conversación también esdrujuleada, de extensión de veinte y ochenta versos respectivamente. Dos veces es Lucifer quien habla. En la Tragedia de Sancta Catherina que es, según Cioranescu, "la composición más dramática y la mejor organizada desde el punto de vista de su desarrollo teatral" ("Teatro" 80), el enemigo abre la cuarta escena pidiendo a voces y apostróficamente que sus aliados acudan para ayudarle a conquistar la voluntad de Catherina, mujer del emperador Magencio y una cristiana que sigue negando obstinadamente a ejercer los ritos de la religión pagana alejandrina:¡Salid del hondo...

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