Abstract

La entrada final de Escarramán en el entremés El rufián viudo participa de una larga tradición proveniente de romances, pasos, jácaras y piezas festivas. Cervantes es, en este sóntido, tan sólo uno de los muchos ingenios de su época en rescatar dicho motivo. Una de las versiones más interesantes es la comedia semiburlesca El gallardo Escarramán de Salas Barbadillo, cuyo parecido con su homónimo cervantino no deja, sin embargo, de esconder una agenda personal y política: la exaltación de la Corte madrileña como un nuevo espacio de rivalidad con la Babilonia sevillana, ya en cierta decadencia durante la época en que se escribe la pieza. Con ello, y a partir de una punzante crítica a los males de la sociedad (pre)moderna, el diálogo que se establece entre uno y otro autor no impide que Salas se deje llevar por su tradicional estética, a medio camino entre la burla risueña y el más amargo desengaño. En última instantia, su ambientación también pasa por la recuperación de ambientes sórdidos y resonancias pretéritas tales como Rinconete— que reaparece aquí—Monipodio, la Escalanta y toda la progenie de truhanes que Salas disfrutó como censor de las Novelas ejemplares cervantinas, y que le sirven ahora para intervenir en lo actual desde la validez de lo universal.

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