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MENTIDERO CHAMIZAL 2001 Abundaban las comedias esta primavera en El Paso y en Juárez cuando vinieron a representar en el teatro del Chamizal y en el del Auditorio Licenciado Benito Juárez ocho compañías, la del Instituto Nacional de Bellas Artes del Distrito Federal de México, la del Teatro Corsario de Valladolid, la del Doble Vida de Saltillo, la del Andrés de Claramonte de Murcia, la de la Bilingual Foundation of the Arts de Los Angeles, la del Repertorio Español de Nueva York, la de la Compañía de Teatro Clásico Universidad Autónoma Ciudad Juárez y la del Teatro Municipal de Ciudad Juárez. Seis de las ocho compañías representaron por la noche, primero en El Chamizal y luego dos veces, una por la noche y otra por la mañana, en el Auditorio Lie. Benito Juárez. La abundante cosecha duró diez días desde el dos hasta el doce de marzo. Calderón de la Barca sobresalió con seis poemas suyos en el escenario. Había también una comedia deliciosa de Tirso, y, para contribuir un sabor amargo, había una adaptación de las Coplas de Jorge Manrique. La Compañía del Instituto Nacional de Bellas Artes del Distrito Federal no representaron en Juárez. Trajeron a Tejas, sin embargo , para el dos de marzo, Don Gil de las calzas verdes de Tirso de Molina. En las manos del director Carlos Corona e interpretada diestramente por nueve jóvenes actores, la pieza involucr ó inmediatamente a los más de seiscientos espectadores que acudieron a las butacas. El escenario de lona monocromática gris figuraba las fachadas de dos casas vecinas, casas de dos pisos con un poste de bomberos para las bajadas rápidas. El vestuario era eclético con colores suaves que irradiaban de las 347 348BCom, Vol. 53, No. 2 (2001) calzas de color verde claro, aquellas calzas que la primera dama doña Juana llevaba, disfrazada de hombre, para atraer a doña Inés, su rival para el amor de su galán. Descubrió doña Juana con una mueca de pleno gozo varonil la facilidad con que ella con su disfraz hacía danzar a las mujeres livianas. Descubrió tambi én lo bueno que era luchar y ganar en franca competencia contra los hombres. El efecto visual del escenario, una verdadera pintura movimentada , no permitía discernir ni el siglo ni el lugar, pero tampoco rompía con la ciudad de Valladolid del siglo XVII que Tirso escogió para su obra. Los versos de Tirso relucían en la declamaci ón del gracioso Caramanchel, quien no dejaba de comentar con socorronería la avalancha de mentiras y engaños que fue derramada por el embuste atrevido de doña Juana. Los espectadores del Chamizal, acostumbrados al género de la comedia de enredos, pronto se resignaron a sólo presenciar el espectáculo divertido de un grupo de jóvenes que luchaban desenfrenadamente para proteger su tela de mentiras a fin de ganar el amor y el dinero. Los espectadores se reían con pleno gozo al ver la confusi ón del grupo enmarañado en sus propias ficciones. La única persona que comprendía lo que estaba pasando en todo momento era la víctima de las mentiras, doña Inés, representada por Mariana Giménez con una capacidad increíble para la actuación, con un talento que dejó asombrados a los espectadores. Al narrar lo que le estaba pasando por medio de los romances de Tirso, doña Inés reaccionaba con risa, con lágrimas, con enojo, con frustración, con empeño y con cariño, porque creía todo lo que veía y todo lo que oía representar. Otro inocente, el galán don Martín, pensando que así iba a ganar el amor de doña Inés, se vistió a pesar suyo las infames calzas verdes. Pero don Martín no sabía mentir y de ahí fue acusado por la justicia — un títere y fue defamado por el pueblo — otro títere — como el único responsable por los errores...

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