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I ^ Literatura y represión: perspectivas de Luisa Valenzuela En el cuento "El lugar de su quietud" incluido en la colección AquÃ- pasan cosas raras, Luisa Valenzuela nos recuerda que el espacio del sosiego no es, en el discurso mitológico de los libros del Chikm-Balam, el alcance de un estado apacible ideal sino el depósito de "toda sangre" y la desembocadura de todo poder violento. El conocimiento de ese trasfondo mÃ-tico americano pertenece a la estética de este cuento cuya narratividad se instala en la contingencia de la ciudad perseguida por el curso de una violencia incontrolable en la que la prohibición de la escritura es el corolario de un sistema represivo ejercido a todo nivel. Dentro de este planteamiento narrativo, la expresi ón "quietud" va a funcionar por lo tanto como una figura de resolución irónica, eficaz e invasiva: "Nuestra vida es tranquila. De vez en cuando desaparece un amigo, sÃ-, o matan a los vecinos o un compañero de colegio de nuestros hijos o hasta nuestros propios hijos caen en una ratonera " (AquÃ-pasan cosas raras 129). En este extraordinario relato de la narradora argentina , el acto de escribir—esa hiriente provocación de lucidez —es un oficio peligroso. Si se escribe, hay que intentarlo a escondidas; por Io mismo, la posesión del manuscrito en la ciudad vigilada ha pasado a ser la aventura de una amenaza constante. Escribir es provocar, comprometer y exponer. Por ello, escribir bajo el signo de lo represivo desafÃ-a la sazón de la prudencia, reto que, no obstante el riesgo, es puesto en marcha en el relato. Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies Volume 5, 2001 204 Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies En las conversaciones con Luisa Valenzuela que ofrecemos en este texto, la aurora nos dice que al regresar a Buenos Aires en 1974, luego de una prolongada estadÃ-a en el extranjero , su paÃ-s vivÃ-a un estado de apocalipsis, ganado por el terror, la desconfianza, la persecuci ón, la desaparición de gente y la tensión social creada por un poder represivo. Luisa Valenzuela no regresa al extranjero ni se encierra en casa a escribir. No quiere asumir el papel de la observadora a distancia; su escritura quiere conocer esa pesadilla y registrar ese constante estado de agresión e intranquilidad de un modo directo, en medio de lo que está ocurriendo. AsÃ-, la escritora sale a la ciudad violenta en la que "tantas cosas empiezan a confundirse que ahora lo anormal imira a lo natural y viceversa. Las sirenas y el viento, con idéntico sonido e idéntico poder de destrucción" (AquÃ- pasan cosas raras 123). Son las antenas del escritor, dice Luisa, las que pueden captar la verdadera repercusión de los sucesos , la neurosis de una ciudad herida por el terror y desvelada por la incertidumbre. Nada metafÃ-sico en este último vocablo. En este caso, mejor puntualizar: se habla de la sobrevivencia diaria. AsÃ- lo manifiesta artÃ-sticamente la narradora de "El lugar de su quietud," espacio en el que el menor ruido revive el nerviosismo y la alteración: "La noche anterior escuché un ruido extraño y de inmediato escondÃ- el manuscrito" (AquÃ-pasan cosas raras 130). Interesante es, al respecto, la relación que Augusto Roa Bastos establece entre las marcas de la Historia, memoria social y su necesidad testimonial : Estos testimonios irrecusables [los de la represi ón polÃ-tica en Paraguay] nos incitan a neutralizar y anular el poder del olvido que es el aliado natural del podei de los déspotas, de los prevaricadores, de los ladrones públicos. Somos propensos a dejarnos alucinar por este hipnótico poder del olvido disfrazado por una torcida voluntad del perdón que no se atreve a decir su nombre. Leamos, pues, cada lÃ-nea de estos testimonios amasados con la levadura del sufrimiento, substancia de la memoria colectiva. ( Testimonio de h represión polÃ-tica en Paraguay 1954-1974 Vol. II, nota liminar) Esto, sin embargo, todavÃ-a no responde la cuestión de por qué, a pesar de la presencia adversa de la espada...

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