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  • “Lengua spada” y “buen palacio” en los motes eróticos y burlescos de El Cortesano de Luis Milán
  • Ignacio López Alemany

El músico y escritor valenciano Luis Milán publica en 1561 su libro El cortesano, dedicado a Felipe II, en el cual se recogen los juegos, cacerías, banquetes, fiestas, músicas, bailes, canciones y motes de que se compone la actividad principal del perfecto hombre de palacio, cuyo modelo habría residido, una generación antes, en la corte valenciana de Germana de Foix y su tercer marido, Fernando, Duque de Calabria. El caballero del momento, según Luis Milán, ya no necesita de la virtud ejemplar del soldado, sino que “para tener perfeta mejoría debe de ser cortesano, que es en toda cosa saber bien hablar y callar donde es menester” (Aii; 176).1 De esta manera, Luis Milán pone de relieve el cambio de valores que se comenzaba a vislumbrar en el reinado de Felipe II, cuando el caballero-cortesano comienza a ocupar el lugar prominente que hasta entonces le había estado reservado al caballero-militar. [End Page 315]

Uno de los entretenimientos más típicamente caballerescos eran las justas y torneos. En ellos, los combatientes acostumbraban a llevar colgado del brazo o de la lanza un mote, o breve lema, bordado en una divisa que, en las más de las ocasiones, hacía referencia a una dama presente como espectadora. Por consiguiente, el mote, como forma poética, tenía desde su origen una doble finalidad: de un lado, el servicio de la dama y, de otro, actuar como metonimia del combatiente que lo lucía.

Posteriormente, estas composiciones, habitualmente octosilábicas, y nacidas en tan singular contexto, acabarían por convertirse en uno de los géneros predilectos de los poetas de cancionero que siempre buscaban “la concentración, la condensación y la brevedad” en sus composiciones (Whinnom 4). No obstante, el mote siempre mantendrá esa doble naturaleza galante y belicosa que tiende a manifestarse en la burla y, muy especialmente, en la chanza de contenido erótico.

El cortesano es una obra excepcional para el estudio de tales formas poéticas porque brinda la oportunidad de leer los poemas dentro de su marco de producción, así como de entrever la recepción de estos entretenimientos palaciegos. En el caso de los “torneos de motes” se puede asistir a sus prolegómenos, observar el modo en que son finalizados y advertir cómo se determina al ganador. De los motes galantes que aparecen en El cortesano se pueden colegir sus destinatarios, motivaciones y resultados. En ambas modalidades, sin embargo, comprobamos que el manejo de la “lengua spada” ([Rviii′]; 455), el empleo de la lengua como arma, ha sustituido al acero, tanto a la hora de batirse a motes para resolver disputas, como de requebrar a damas, buscando en ambos casos el lucimiento.

Keith Whinnom presumía el origen de las glosas de motes en situaciones en las que una dama ofrecería un pequeño refrán a un grupo de caballeros para después invitarlos a escribir una canción utilizando los versos por ella brindados. No obstante, concluía resignado que, a falta de otras evidencias, “nos vemos obligados, por ahora, a aceptar esta inocua explicación provisional y no definitiva” (59). El cortesano permite documentar la intuición de Whinnom, pues ofrece el contexto de producción y recepción de varios motes y sus glosas, como en el siguiente fragmento: [End Page 316]

[Dice Luis Milán] Señora Leonor: con una glosa quiero responder a vuessa merced, que me mandó hacer una dama a este mote: “Guárdeme Dios de mí”.

Glosa Si Narciço se ahogó de sí mismo enamorado, tened de vos más cuydado, pues que menos se perdió en haver a vos cobrado. Y pues más tenéys razón de la que tuvo de si, traed con gran devoción el mote por oración: “Guárdeme Dios de mí”.

([Gviii]; 288–89)2

Luis Milán repite una glosa que había hecho anteriormente al mote de “Guárdeme Dios de...

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