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The Americas 58.2 (2001) 221-260



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Ciudadanas Utiles Para La Patria.
La Educacion De Las 'Hijas Del Pueblo' En Argentina (1884-1916)*

Lucía Lionetti

A partir de la segunda mitad del siglo XIX se inició en la Argentina un proceso de crecimiento y diversificación económica y social que hizo posible para los hombres del '80 proyectar un orden de liberación y progreso. En efecto, la tarea de modernización tuvo sus primeras manifestaciones en torno a los años cincuenta, pero fue en los tiempos de la Argentina Moderna cuando se pudo dar forma definitiva al modelo agroexportador y su inserción al mercado mundial. La inversión de capitales extranjeros, la eliminación del "desierto" para obtener tierras económicamente productivas y la formación de un mercado de trabajo, a partir del disciplinamiento de la mano de obra nativa y el arribo de gentes de otras latitudes, fueron los aportes indispensables para poder concretarlo. Quedaba pendiente para el Estado de reciente organización-gracias al marco legal que concretaba la Constitución-un complejo desafío, el de "construir la nación." 1 El crecimiento económico estuvo acompañado por la consolidación del régimen político oligárquico de los "notables" que entendieron el ejercicio de [End Page 221] la política como una facultad exclusiva de los que disponían de la riqueza, la educación y el prestigio social. 2

Eran tiempos de cambio, en los que la intelligentzia liberal aspiró a que la Argentina formara parte de aquel majestuoso concierto de naciones civilizadas. El lema "gobernar es poblar" sintetizaba una máxima aspiración, vencer a la barbarie. Representaba también una vía efectiva para concretar la purificación de la raza y una imagen republicana para proteger el territorio de la expansión de los pueblos indígenas y de otros "indeseables." Sin embargo, aquella multitud de nuevos rostros que se incorporaban a la vida nacional con la promesa de un futuro mejor no dejó de provocar incertidumbres por lo que sería su inserción en la sociedad receptora. El paso del tiempo demostraría que aquello que fue percibido tempranamente como una amenaza que podía malograr la ilusión del progreso se convertiría, según algunas voces de comienzos del siglo XX, en la nueva barbarie que provocaría la desintegración nacional. 3

En el contexto de ese proyecto modernizador se apeló a la educación como uno de los ejes imprescindibles para cimentar la nueva sociedad civil. Tal como lo explicaba Domingo Sarmiento, la educación además de ser un instrumento de "liberación y progreso"--desde el momento que permitía "capacitar al soberano para el ejercicio de sus derechos y responsabilidades"--tenía una clara función moralizadora en tanto que generaba las "buenas costumbres." 4 Esta concepción pedagógica sarmientina inspiró a las políticas educativas que implementó el Estado Nacional desde los primeros [End Page 222] años de su formación. Fué una presencia que se intensificó con la supervisión de las escuelas provinciales y que alcanzó su punto máximo con la sanción de la Ley 1420 de educación común, laica y obligatoria en 1884 para la Capital Federal y los Territorios Nacionales.

Según los supuestos de aquella dirigencia, a través de la escolarización masiva se podría prevenir el crimen, consolidar la paz interior, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad. Este séquito de resultados positivos no sería más que la expresión de lo que constituía la esencia de su puesta en marcha, "hacer que los niños lleguen a ser realmente ciudadanos de bien y útiles a su patria." 5 Aquel precepto, educar al ciudadano, tomaba cuerpo en un bagaje de conocimientos que debía contemplar el desarrollo intelectual, moral y físico de los niños.

En una sociedad cambiante, móvil, inasible, por la din&aacute...

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