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  • Stravinsky y la constelación ideológica argentina en 19361
  • Omar Corrado (bio)

Igor Stravinsky visita la Argentina en 1936. Permanece casi un mes, durante el cual ofrece innumerables conciertos como director e intérprete al piano de sus obras en Buenos Aires y en Rosario, junto a su hijo Sulima. Desde antes de su llegada, los diarios dan detalles de su viaje, comentan la magnitud del evento y publican los informes de sus corresponsales en Rio de Janeiro y en Montevideo, escalas del transatlántico Cap Ancona en el que viaja el compositor. El director del Teatro Colón, Athos Palma, se traslada a esperarlo en la capital uruguaya. Recibe innumerables telegramas de bienvenida, entre ellos, de Carlos López Buchardo, presidente de la Asociación Wagneriana2 . Recién llegado al puerto de Buenos Aires, el 24 de abril, el periodista de La Nación—posiblemente Ernesto de la Guardia—lo entrevista a bordo3 , y publica sus extensas declaraciones al día siguiente (La Nación, 25/4/1936, 7). En ellas, Stravinsky expresa su opinión sobre distintos aspectos de la composición actual y sobre sus propias obras. Desliza asimismo algunas afirmaciones sobre su posicionamiento político e ideológico que provocarán un debate público de considerable alcance4 . Refiriéndose a Manuel de Falla, confiesa:

admiro su espíritu profundamente religioso . . ., porque con la fe se hacen grandes obras. Sabrá usted que cuando la república se instaló en España, Falla fue designado ciudadano honorario de Granada, y, considerando que un pueblo que incendiaba conventos e iglesias era un pueblo sacrílego, respondió: "Yo creo en Cristo; por lo tanto, no acepto tal distinción". Es hermoso, ¿verdad? Y lo encuentro hermoso porque el materialismo es una cosa que está muy lejos de mí. Es la razón que me ha impedido volver a mi patria. Dar su vida por un paraíso material lo encuentro indigno del hombre; en cambio, me explico perfectamente el ideal que anima el espíritu de las cruzadas, por ejemplo. . . . No soy realista ni republicano. Pero sí soy antiparlamentarista. No puedo soportar esto, como un caballo no podría aguantar un camello. [End Page 88]

En relación con la música rusa actual, dice:

Muy poco conozco de la música de mi país en la actualidad . . . creo que, en el fondo, que no hay gran cosa, o, más bien dicho, nada nuevo. Pienso que una nación que ha sufrido tal vuelco en su estructura social, no puede producir, por el momento, obra de arte interesante. Están haciendo "otra cosa", lo sé; pero, desgraciadamente, esta cosa no participa del arte, porque es simplemente un artículo de propaganda5 .

Inmediatamente, Crítica, el influyente vespertino del uruguayo Natalio Botana, órgano considerado de izquierda, que había estado siguiendo con entusiasmo el viaje del músico hacia Buenos Aires6 , reacciona con un titular contundente: "Stravinsky es enemigo de la democracia" (Crítica, 25/4/1936, 2). Si bien identifica a La consagración de la primavera como parte de la "renovación artística que barrió el arte languideciente de ante-guerra" de la que formaron parte Apollinaire, Picasso, Derain, Ravel y el propio Stravinsky, opina que éste

ha dado un serio traspié al pisar tierra de Buenos Aires. No son otra cosa . . . las declaraciones formuladas a la prensa por el autor de "Petrouschka" y de "La sinfonía de los salmos". Su desilusionante caso demuestra que pueden andar del brazo sin muchos inconvenientes el talento artístico, la inoportunidad imprudente y el más desconcertante desconocimiento de cosas que . . . tienen la obligación de conocer todos los ciudadanos del mundo.

Individualiza, básicamente, tres núcleos críticos, interrelacionados: la democracia, el arte en la Unión Soviética y el materialismo. Con respecto a su postura hostil a la democracia, señala:

Contratado por . . . un teatro sostenido por el pueblo en un país en el que ese pueblo profesa en forma universal ideas y sentimientos profundamente democráticos, el músico extranjero, apenas desembarcado, proclama con toda la voz que tiene su desdén y su...

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